La víctima no es culpable: Existen relaciones afectivas destructivas

Fragmento de Pepa Horno Goicoechea del libro "La víctima no es culpable. Las estrategias de la violencia" (varios autores). Ed. Descléé de Brouwer, 2009.

Pepa Horno colabora en GAEDE
La diferencia entre interacción, vínculo y dependencia

La interacción con las personas con las que convivimos debe basarse en el respeto a los derechos humanos que toda persona merece, pero no garantiza la creación del vínculo afectivo. Los niños y niñas van a convivir con muchas personas, pero sólo con algunas de ellas van a co0nstruir relaciones únicas, significativas que van a configurar su desarrollo, en las que van a invertir tiempo, compromiso y afecto. Es la diferencia entre las personas con las que interactúan y las personas a las que se vinculan. El niño o niña no necesita vincularse a todas las personas que aparecen en sus vidas, pero sí necesita que las personas que deben constituirse en referente de su desarrollo lo hagan.

Así mismo, un vínculo positivo y la dependencia no son complementarios sino opuestos. El vínculo positivo nos da la seguridad necesaria para crecer, explorar el mundo, relacionarnos con los demás, una especie de confianza básica que nos permite la separación y el crecimiento, precisamente aquello que impide la excesiva dependencia de los adultos. Si permanecemos dependientes de nuestros padres, no creceremos como personas. Los vínculos afectivos positivos hacen a los niños y niñas autónomos, la dependencia (en el fondo, un vínculo afectivo inseguro) impide su desarrollo.

Desde esta perspectiva, la sobreprotección a los niños y niñas que genera una dependencia de éstos de sus figuras vinculares es también una forma de violencia, porque daña su desarrollo, les impide la autonomía. Hacer entender a los niños y niñas que a veces uno puede ser violento impidiendo la autonomía a la persona amada es un aprendizaje clave de la educación afectivo-sexual, sobre todo pensando en as parejas jóvenes.

Existen relaciones afectivas destructivas

Es necesario hacer que los niños y niñas comprendan que existen vínculos afectivos destructivos, personas a las que quieren y que sin embargo les hacen daño, cuya presencia en su vida es destructiva. Pero esto implica romper la idealización del afecto como algo que les mantiene a salvo del dolor. Las personas que les quieren pueden herirlos en un determinado momento y es importante que contemplen esas heridas como tales para que puedan ponerles límite y decidir libremente su autoprotección sin sentirse culpables por estar traicionando sus afectos.

Cuando los adultos se posicionan desde "si te hace esto, es que no te quiere" los niños y niñas, sobre todo cuando son adolescentes, se alejan, porque no sienten que sus afectos sean reconocidos como tales ni valorados en su justa medida. La dualidad entre si me quiere o no me quiere no puede ser la clave, sino el aprendizaje de que con el amor no basta. Quererse es uno de los elementos de la relación, pero debe incluir además el respeto y el compromiso como aspectos innegociables para construir un vínculo afectivo con otra persona. Ésta es una pauta de autoprotección personal previa que dificulta la construcción de vínculos afectivos destructivos. Una educación afectivo-sexual adecuada debe perseguir que los niños y niñas interioricen que no pueden otorgar su afecto a quien no les respeta, ni permitir la falta de respeto a aquellos a quienes aman.

* La cursiva no es originaria del libro.

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