Entrevista a Pepa Horno sobre el amor

Entrevista realizada por Sergi Ferré Balagué para GAEDE.

Pepa, ¿podrías presentarte?


Soy una mujer de 42 años, madre de una preciosidad de 8. La geografía de mis afectos se construye entre Zaragoza donde nací, Madrid donde he vivido los últimos 24 años, Baleares, donde acabo de mudarme y algunos otros lugares que guardan pedacitos de mi piel. Trabajo como psicóloga y consultora independiente especializada en infancia, afectividad y protección. Y cada día soy más consciente del privilegio de mi vida.



Para empezar, una pregunta tonta ;) ¿qué es el amor?
 
Es el impulso que nos lleva a entregarnos, a compartir, a salir de nosotros al encuentro del otro. Es la garantía de nuestra supervivencia como niños, el motor de nuestro desarrollo y lo que da un sentido más pleno a la vida: amar y ser amado. Luego, para cada persona, en cada historia, ese amor toma muchas formas y diferentes estructuras.
En este sentido, conviene diferenciar el amor como impulso que nos lleva a vincularnos, con la relación amorosa que se construye fruto de ese impulso. Lo digo porque dentro de esas relaciones amorosas o vinculares a las que también llamamos amor, existen relaciones positivas para el desarrollo de la persona, pero también existen vínculos afectivos inseguros o destructivos para el desarrollo, que siguen siendo vínculos. Existe el "mal amor", por llamarlo de alguna forma. Las personas lo llaman dependencia emocional, o maltrato emocional. Pero, sin llegar al maltrato, hay vínculos que son amorosos y que no favorecen nuestro desarrollo. El impulso, el que nos lleva a vincularnos es el mismo y es una necesidad universal del ser humano, vincularse a otros para sobrevivir (en los bebés lo llamamos apego) pero la relación afectiva que construimos puede ser positiva y segura, o insegura y destructiva para la persona.


¿En qué medida confluyen el amor con el sexo?
Probablemente sonará a tópico, pero creo de verdad que son dos realidades que pueden darse plenamente de forma independiente pero que cuando confluyen se hacen mejores. La sexualidad más plena es la que compartes con alguien que amas, y el mejor amor de pareja es el que incluye una sexualidad plena y placentera. Pero por supuesto existen diferentes formas de amor, plenas y maravillosas, que no implican sexualidad. Y sexualidad que no implica una relación afectiva.


¿En qué manera se relacionan el amor y el sexo con la identidad personal?
La sexualidad es una de las partes de la identidad, en la esfera de la intimidad. Pero el amor, entendido como vinculación al otro, es la base de la identidad personal. Nuestra identidad se construye sobre la base de la información que aquellas personas que amamos nos dan sobre nosotros mismos, son como espejos en los que nos miramos. Y con esa información nosotros construimos un relato único, propio, nuestro, sobre nosotros mismos, los demás y el mundo. A este relato lo llamamos identidad.
Pero tenemos que ser muy conscientes de la radicalidad de lo que sabemos hoy en día: sentirse amado es la necesidad universal del ser humano porque lo vive como garantía para sentirse seguro y sobrevivir. El amor que recibimos y los modelos afectivos en los que crecemos condicionan nuestra identidad, la configuran. Luego dependerá de la consciencia que tengamos sobre esas influencias, la seguridad de esos vínculos y nuestro trabajo personal y algunos otros factores, la capacidad que tengamos de modificar ese relato, esa identidad.

Fuente: SundayDog
¿Has visto la película Whiplash? ¿Cómo consideras este tipo de educación que aspira a promover la excelencia como prueba de una auténtica vocación?

No he visto la pelicula. Pero el concepto de la excelencia vinculado al de la educación es peligroso, porque quién o qué marca la excelencia? Cuáles son las medidas y quién las establece? Y sobre todo casi siempre la excelencia tiene que ver con rendimiento externo académico, deportivo, económico etc. Pero poco o nada que tenga que ver con procesos personales, ajuste emocional, consciencia de las propias necesidades y empatía con las de los otros. Pero ya digo, no es una reflexión referida a la película que no la he visto sino general sobre el proceso educativo.


Antes alertabas de la existencia de vínculos afectivos destructivos. Por otro lado, socialmente nos encanta instruir a nuestra prole en el modelo Disney ¿Les estamos educando en la ignorancia afectiva por no querer renunciar a la fantasía, dejándolos así desprotegidos?
Creo que son dos temas que hay que diferenciar. Sobre si están protegidos o no ante las relaciones destructivas, la respuesta clara es no. En la medida que se les educa en una visión reduccionista de las relaciones humanas y según el estereotipo del final feliz, les dejamos sin herramientas para afrontar las relaciones destructivas, sobre todo cuando las viven en el entorno más cercano, más íntimo. No tienen capacidad para percibir el daño cuando éste viene envuelto en una relación afectiva. Es una de las mayores dificultades que hay para la detección del abuso sexual infantil y el maltrato emocional: que los niños y niñas son educados como que el daño les va a venir de fuera, que los padres siempre les van a proteger y a querer, y cuando eso no ocurre no tienen referentes para reconocerlo y nombrarlo como abuso. Es un ejemplo de cómo educamos en la desprotección. ¿Por qué? Pues eso lo vincula con la otra parte de tu pregunta. Por el miedo de los adultos, por la propia necesidad de los adultos, de las comunidades de sentirse seguros, de sentirse a salvo. Necesitan (todos lo necesitamos en cierto modo) pensar que ese tipo de cosas en mi casa, en mi familia, a mi pareja o a mis hijos no les pasa. Es una necesidad humana comprensible, pero que desprotege a los niños.
Otro tema muy diferente es ese vínculo protector inicial, que es condición imprescindible para que un niño o niña crezca adecuadamente. Lo óptimo es una red de vínculos positivos, pero si no, al menos un vinculo, y existe la creencia de que ese vínculo tiene que venir de una misma persona siempre, en la mayoría de los casos, de la madre. El amor puede llegar de diversas personas, en distintas circunstancias y con diferentes estructuras. Como se suele decir ahora, las familias ya no se pueden definir por la estructura que las componen sino por las funciones que han de cumplir. Han de ser un grupo de personas que se comprometan afectivamente con el niño, construyendo una red afectiva que permanezca (por eso hablo de compromiso), que ejerzan una función vincular, normativa y de integración social del niño. Cómo o quiénes compongan ese grupo no es el factor clave. Por suerte la diversidad humana es increíblemente maravillosa. Y en ese sentido, es verdad que el modelo Disney del que me hablabas discrimina a los modelos diferentes de la mayoría, porque lo diferente pasa a ser malo, pasa a ser peor. Pero los cambios sociales están siendo tan grandes y tan rápidos que hasta Disney acaba "matizándose" ;-)


Según la OMS, la alevosía es uno de los rasgos definitorios de la violencia (“el uso deliberado de la fuerza física o el poder...”). Entonces, los perjuicios que se ejercen por miedos o bloqueos de la persona ¿cómo los definiríamos? ¿existe la “violencia justificada” o “inconsciente”, con mayor o menor grado de responsabilidad por parte de quien la ejecuta en último término?

Lo que define la violencia sobre todo es el daño que se ejerce en quien la vive, no la intención con la que se ejerce, y que se ejerza desde una posición de poder. No es alevosía como tú dices en el sentido de mala intención sino de tener una posición de poder para poder hacerlo. Podemos hacer daño sin quererlo, por falta de consciencia, de conocimiento, de herramientas, claro que sí, y muchos de los casos de negligencia se enmarcan ahí. Pero para poder calificarlo como violencia tiene que estar enmarcado en una posición de poder. Y estoy de acuerdo contigo en que existe una justificación social de determinados grados de violencia, en la crianza, en la educación, en las relaciones de pareja.




Uno de los libros para los que colaboras se titula “La víctima no es culpable” (2009), pero por otro lado se habla de que culpabilizarse a sí misma puede ser para la víctima una estrategia de resiliencia, porque le otorga el poder de hacer reparaciones por sí misma ¿Qué opinas sobre esto?

Es fundamental distinguir la culpa de la responsabilidad, eso lo primero. La culpa inmoviliza, y pone el origen de lo sucedido en ti. Para salir de la violencia hay que hacerse responsable de uno mismo o una misma, de tu propia vida, pero no de las acciones del otro. La culpa implica otorgarse la responsabilidad de las acciones del otro sobre ti, y eso es lo que imposibilita romper el círculo. Nadie es culpable de que otra persona sea violento/a con él o con ella. Pero sí responsable de salir de esa situación. En ese libro enfatizamos mucho que el desconocimiento de los mecanismos psicológicos de la violencia, del daño que produce en cualquier víctima de violencia hace que la sociedad, las instituciones, su gente cercana y ellos mismos culpen a la víctima (insisto niño, niña, mujer u hombre) de no romper con la situación de agresión, y eso supone una revictimización. Y es un problema común a todas las formas de violencia.


En la definición de violencia de la OMS se contempla también la que uno ejerce hacía sí mismo. Teniendo en cuenta que la violencia presupone un abuso de poder por una de las partes ¿podríamos decir entonces que se establece una posición de poder de uno consigo mismo en el sentido de que uno es vulnerable al impacto de sus propias percepciones ante la vida, o sea a la manera en que se cuenta las cosas? ¿En la percepción del daño ocasionado, que es el segundo golpe que establece el trauma después de que este acontezca, podemos hablar de violencia intrapersonal? De ser así ¿tendríamos que entenderla como el mal a combatir o como un aprendizaje necesario y legitimo en el hacerse humano?
La responsabilidad de la que hablábamos es justamente darse cuenta de que tenemos poder sobre nosotros mismos, de que podemos cambiar. Pero no olvides que la resiliencia conlleva siempre un elemento exterior. ¿Recuerdas las guías de resiliencia de las habla Cyrulnik? Esto enlaza con la pregunta anterior. Uno de los daños que produce la violencia en una persona es anularla, quitarle ese poder, convencerle de que está indefenso, de que no tiene salida y de que depende a todos los niveles de la persona que le agrede. La manipulación, el chantaje, la amenaza son formas de violencia psicológica que destruyen a la persona. De modo que cuando llega el momento de asumir el poder sobre sí mismo o misma, de cambiar y salir, no sabe cómo hacerlo, y ahí necesita a menudo alguien que le dé la aceptación incondicional (el espacio de seguridad del que hablábamos) como para recuperarlo. Hay un momento precioso del trabajo terapéutico que es cuando las personas recuperan la certeza de tener poder sobre sí mismos y dejan de otorgárselo al terapeuta. Ahí empiezan a cambiar por sí mismos y dejan de necesitar la terapia. Pero necesitaron ese primer momento, ese contexto de seguridad y aceptación incondicional de sus tiempos, sus procesos, sus necesidades y sus sentimientos, fuesen cuales fuesen.


Podría ser que algunas personas con la intención de redimir el pasado intentáramos reproducir nuestra malograda infancia en nuestras relaciones actuales. Esta solución parece no funcionar precisamente por estar reproduciendo lo que ya vivimos, y al mismo tiempo pareciera como que no podría ser de otra manera ¿Cómo escapar airoso entonces de este laberinto emocional?
Yo no creo que intentemos reproducir, yo creo que como parte de ese edificio del que hablábamos, tenemos incorporados una serie de modelos afectivos en los que de nuevo si no ponemos consciencia, los trabajamos y los elaboramos, tendemos a reproducirlos. ¿Por qué? Porque son los que conocemos, los que utilizamos para relacionarnos afectivamente. Es como ser madre o ser padre, la gente dice "cuando sea padre no haré con mis hijos lo que mis padres hicieron conmigo" Pues si no haces un proceso de consciencia y crecimiento personal, de análisis de esos modelos, de aceptación o de criba de lo que no te gusta o no quieres, si no los hablas con tu pareja y no los narras, pues cuando llegue el momento recurrirás a lo que conoces. Es una pena lo poco que hablan las parejas de sus modelos de crianza antes de tener hijos.

Pero no se trata de escapar, sino de poner consciencia, aceptar nuestra historia personal, llorar lo que tengamos que llorar, narrarlo, compartirlo con aquellos que amamos y nos aman y luego dejar ir aquello que no queremos para nuestras vidas. Eso conlleva tiempo, dolor y sobre todo un contexto de seguridad en el que poder hacerlo, que muchas personas no tienen nunca. Y no hablo sólo de un contexto terapéutico. Mucha gente sana historias de infancia duras con sus parejas o sus amigos. Pero para poder sacar el dolor y dejarlo ir, para ponerle palabras y comprender las implicaciones que ha tenido en nuestras vidas, hace falta tener un lugar seguro para hacerlo. Y es fundamental brindar esos contextos de seguridad a las personas.


Todas sabemos que para ser neurocirujana hay que sacarte un máster, pero en cambio todas parecemos saberlo todo ya sobre el amor, como si este conocimiento se transmitiera por ciencia infusa ¿por qué tan poco interés en aprender a amar más y mejor?
Por un lado, es curioso porque si piensas en los neurocirujanos, hay un aprendizaje básico que cualquiera de ellos te dirá y es que su trabajo tiene algo de arte, algo que no se puede aprender en los libros sino que se adquiere en la experiencia, en el día a día, operación a operación. Los libros son el comienzo, pero la vida, la experiencia, la vivencia está fuera de los libros. Pues lo mismo con el amor, la alegría o la valentía. Hay una parte que sólo se adquiere en la vivencia con el otro, en los errores, en los nuevos comienzos, en la experiencia. Pero incluso todo eso no sirve sin consciencia. Puedes vivir muchas cosas, pero si las vives sin consciencia no aprendes. Como leer los libros: ¿Cuántos hemos leído que no han dejado poso alguno en nosotros? ¿Cuántos cursos y horas de formación que no sirvieron? Para mí hay dos palabras clave: consciencia y compasión. Y las dos comparten el origen de la palabra con otra esencial: corazón. Vivir con consciencia y desde la humildad que da conectar con el otro, compadecer su dolor, alegrarse con su alegría. Los maestros enseñan no tanto en lo que dicen o hacen leer, como en lo que hacen y en lo que viven.

Hay quien le resulta insoportable la soledad ¿Este miedo se configura en la infancia? ¿está en la infancia también la redención a modo de terapias regresivas?
La base de la estructura psíquica del ser humano se crea en la infancia. Es como un edificio interno, que se configura entre la herencia genética/energética y las vivencias en los primeros años de vida. Creo que a estas alturas nadie puede negar eso. Así que si tenemos un miedo incontrolable, insoportable, irracional, sea cual sea y a lo que sea, obviamente tiene su anclaje u origen en la infancia. Pero una cosa es esa, y otra su curación. No sé exactamente a cuáles te refieres cuando hablas de terapias regresivas, lo que sí sé es que hoy en día existen técnicas muy eficaces para trabajar las vivencias traumáticas, pero que ninguna técnica es una especie de órdago a la totalidad. Cualquier proceso terapéutico conlleva un tiempo y un esfuerzo, es un proceso de consciencia que no se logra en un día ni con una sola técnica, sea cual sea.


¿Existe negligencia en la idea romántica del amor que promueve la entrega al otro, o sería lo deseable?

Entregarse al otro es deseable, pero la clave de nuevo es la consciencia. La consciencia permite algo clave que es la autorregulación. La autorregulación emocional es una de las claves de la salud psíquica, el equilibrio entre entregarse y protegerse, entre saber decir que sí y saber decir que no, entre las necesidades del otro y las propias. Auto regular manteniendo la consciencia te permite entregarte en contextos protectores.


¿Va en serio eso de que tenemos un "niño/a interior"?

Por supuesto, ese niño o niña vive en cada uno de nosotros. ¿Qué responsabilidades tenemos con ellos? Las mismas que con cualquier otro niño: ser tiernos, acariciarlos, comprenderlos, explicarles las cosas, consolarlos cuando estén tristes, ponerles límites en determinados momentos para protegerles y sobre todo, darles seguridad cuando tienen miedo y oportunidad de expansión y expresión cuando están alegres. Cuando hablamos del niño interior hablamos en realidad de nuestra parte más emocional en todos los sentidos. Y ahí está lo más valioso de la vida. Por eso, cuando las personas se hacen ancianas se entienden tan bien con los niños, porque vuelven a lo esencial. Y créeme, lo esencial nunca está en la razón, en la mente, sino en las tripas y el corazón.


Muchas gracias.

Para más información sobre Pepa Horno podéis visitar las webs www.pepahorno.es / www.espiralesci.es

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