Queremos amar más y mejor. Una asociación para el agenciamiento socioafectivo.

GAEDE es una asociación de personas afectadas de dependencia emocional y unidas por el propósito de mejorar tanto nuestra experiencia socioafectiva como la de de todas las personas que nos rodean. Aportamos experiencia, sensibilidad y conocimiento de causa, sobre un tema que nos importa a todas y a todos: el amor.

Nuestro proyecto surgió de la tradición de grupos de autoayuda iniciada en los años 30 con la creación de la asociación AA (Alcohólicos Anónimos), por parte de Bob Smith y William Griffith Wilson. Este último, es más conocido como Bill W. Una abreviación que hace patente la voluntad de anonimato por parte de sus participantes. Esta norma no era debida solamente al miedo ante el rechazo social, sino también como una medida para proteger sus hipersensibles egos de las expectativas sociales en términos de éxito o fracaso. En 1989 se filmó la película Mi nombre es Bill, que narra como surgió este movimiento de apoyo mutuo. Aunque la obra es bastante mediocre, contiene algunas de las ideas claves de AA.

A modo general podemos destacar dos principios fundamentales, que son:
  1. El carácter reconfortante que se deriva del encuentro entre personas que sufren circunstancias parecidas.
  2. La creencia en un poder superior que hará por ti aquello que tú eres incapaz de hacer (superar la dependencia). 
De aquí nos quedamos con el carácter social de la propuesta y la humildad de reconocer la impotencia.

Posteriormente se adaptó el mismo formato para atender también a las personas del entorno del sujeto alcohólico (familiares, parejas, hijos,...) que sufrían debido a su relación con esta. Este grupo se llama AL-ANON (ALATEEN. en su versión juvenil). También se amplió a aquellas personas que desarrollan el papel de sufridas salvadoras hacia otras, aunque estas no presenten necesariamente una adicción química. La definición de esta situación es codependencia, y el grupo correspondiente según el modelo de AA, se llama CoDA (Codependientes Anónimos).



Con el advenimiento de la segunda ola del feminismo, en los años 70 surgen grupos de ayuda entre mujeres que se reúnen para plantar cara a la opresión que sufren debido a su condición sexual. Se descubren en un mundo fuertemente polarizado entre hombres y mujeres en el cual la autoestima de estas últimas depende del reconocimiento de los primeros. En 1972, la terapeuta Robin Norwood publicó el best seller Las mujeres que aman demasiado, que establecía las bases para la creación de grupos de ayuda mutua frente a la dependencia emocional que culturalmente se imponía a las mujeres.

Estas reuniones son más que un espacio de encuentro para personas que no pueden permitirse pagar los costes de un servicio profesional, también son la invitación a empezar a escucharnos a través de las otras personas y a crear una red de apoyo.

Pero el paso fundamental no se puede realizar sin cuestionar los conceptos y significados sociales a través de los cuales nos definimos y damos valor a nuestras relaciones. Por ejemplo, un mundo en el que la mujer se define en contraposición al hombre, y viceversa, no permitirá que la persona desarrollare todas sus potencialidades tanto masculinas como femeninas, sin las cuales cometería una grave omisión hacia su propia integridad. Según el psicólogo Enrique Eskenazi, «esto de que el otro me hará entero y me dará la unidad que no tengo, es ilusorio. Pero sí es cierto que el otro o la otra pueden ser la ocasión por la que me dé cuenta de lo que me falta» (Eternamente inocentes, 2013).

Por lo tanto, sin una decidida crítica social estamos condenadas a asumir las identidades disponibles en nuestra cultura que además conllevan un juicio de valor (por ejemplo, casada o fracasada). Por lo tanto, esa igualdad de los grupos de iguales no se debe reducir a la creación de un gueto donde sentirnos "a salvo", porque en realidad donde queremos vivir nuestras vidas es en el ancho mundo, con todas y todos, y no en una parcela escindida.

Las personas empezamos a tomar conciencia de que algo no va bien en la manera en que nos relacionamos y entendemos el amor, y que el cambio debe producirse no solo a nivel personal sino también a nivel colectivo.

En GAEDE damos un paso adelante en este sentido. Las personas que acuden a nuestro grupo de apoyo con la intención de superar eso que les pasa, eso que tienen, eso que son, se descubren así mismas como agentes de cambio social, decididas a cuestionar los mecanismos sociales que les habían hecho creer en un destino inescapable.

En nuestros espacios de encuentro, se validan la experiencias relatadas al mismo tiempo que se produce una resonancia colectiva, que devuelve a la persona al sistema social del cual se sentía excluida. El efecto más relevante, es que la persona recupera las ganas de vivir. Pero más allá de lo personal, la persona también sana su entorno, esto es, la sociedad en la que va a seguir desarrollándose hasta el final.

Una no puede cambiar su vida sin querer cambiar el mundo en el que la vive, ni cuestionar el mundo sin cuestionarse a sí misma también. Por lo tanto, la implicación en los objetivos de la asociación pasan a ser la principal "terapia", y la manera de recibir ayuda se vuelve en el acto de sensibilizar y ofrecer ayuda.

Podría parecer irónico que una asociación de personas afectadas de dependencia emocional se plantee mejorar la experiencia socioafectiva de su comunidad, visto de las graves negligencias que cometemos o hemos cometido con nosotras mismas. Pero no hay que olvidar que, tras todos nuestros desvelos ante la angustiosa pregunta sobre el amor, cada una de nosotras y nosotros hemos desarrollado una mirada única y bien informado por nuestras emociones. Esta sensibilidad es nuestra gran aportación.

Nuestro labor actualmente es crear una asociación sostenible de carácter asambleario, un espacio de calidad donde trabajar las disonancias y conflictos que luego nos encontramos en nuestras vidas. Todo lo que pensamos sobre nosotras mismas se va a reproducir en esta agrupación social, y la cuestión no es tanto la consecución de los objetivos, sino que podamos observarnos, sustentar la experiencia, aceptarnos y aceptar a las otras personas, así como acompañarnos en el cambio.

Con esa finalidad, hacemos nuestros los principios del aprendizaje dialógico (Paulo Freire, 1970): Diálogo igualitario, transformación, creación de sentido, dimensión instrumental, igualdad de diferencias, inteligencia cultural y solidaridad.

Asociación GAEDE


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