Crítica al amor romántico

Fragmentos seleccionados del libro "Regreso al Amor" de Marianne Williamson (1992), que suponen una crítica al amor romántico.

El "todavía sin..." del romanticismo
«No hay diferentes clases de amor. No hay una clase de amor entre madre e hijo, otra entre amantes y otra entre amigos. El amor real es el que está en el corazón de todas las relaciones. Ese es el amor (...) el cual no cambia con las formas ni con las circunstancias (...)

Cuando no tenemos ninguna relación de pareja, el ego nos hace creer que si la tuviéramos, todo sufrimiento desaparecería. Y sin embargo, cuando una relación de pareja perdura termina por hacer aflorar a la superficie una gran parte de nuestro dolor existencial (...)

Las relaciones no necesariamente nos libran del dolor. Lo único que nos "libra del dolor" es sanar de aquello que nos lo causa (...) ¿Cuántas veces he tenido que preguntarme si lo que quería era que "él" estuviera en paz o que me llamara? El puro amor hacia otra persona es el restablecimiento de la "línea de comunicación del corazón" (...)

La idea de que hay una persona perfecta, sólo que todavía no ha llegado, es uno de nuestros principales bloqueos (...) Nuestra vulnerabilidad al mito de la persona «adecuada» nace de nuestra glorificación del amor romántico. El ego usa este amor para sus fines «especiales», llevándonos a poner en peligro nuestras relaciones al sobrevalorar su contenido romántico.

La diferencia entre una amistad y un romance se puede ejemplificar con la imagen de una rosa de tallo largo. El tallo es la amistad; la flor es el romance. Como el ego está orientado a lo sensorial, automáticamente prestamos atención a la flor. Pero todos los elementos nutritivos que ésta necesita para vivir le llegan por mediación del tallo. En comparación con la flor, el tallo puede parece deslucido, pero si se lo cortamos, la flor no durará mucho (...)

"Nuestra tarea no es buscar el amor; es buscar todas las barreras que oponemos a su llegada". Pensar que ahí afuera hay alguna persona especial que va a salvarnos es una barrera al puro amor, es una de las grandes armas del arsenal del ego, una manera de que se vale para mantenernos alejados del amor, aunque no quiere que nosotros lo sepamos. Buscamos desesperadamente el amor, pero esa misma desesperación hace que lo destruyamos cuando lo tenemos. Pensar que una persona especial va a salvarnos nos lleva a imponer la carga de una tremenda presión emocional a cualquiera que se presente y que nos parezca adecuado para cumplir los requisitos.

La plegaria más inteligente no es "Dios mío, envíame a alguien maravilloso", sino "Dios mío, ayúdame a darme cuenta de que soy alguien maravilloso". Hace 35 años yo solía rezar para que viniera un hombre maravilloso que me librase de mi desesperación. Finalmente, me pregunté por qué no trataba de resolver ese problema antes de que él apareciera (...) Buscar a la persona "adecuada" no lleva más que a la desesperación, porque no existe. Y no hay persona adecuada porque no hay persona inadecuada. Hay quien quiera que esté frente a nosotros, y las lecciones perfectas que podemos aprender de esa persona.

El problema de no tomarse las relaciones en serio si no parecen "la persona adecuada" es el siguiente: De vez en cuando, esa persona llega (...) pero nosotros no estamos listos. No nos hemos preparado porque estábamos esperando a la persona adecuada (...) Un día nos daremos cuenta de que nada sucede fuera de nuestra mente. La forma en que parece que una persona se nos muestra está íntimamente vinculada con la forma en que nosotros optamos por mostrarnos a ella.

"En cualquier situación, lo único que puede faltar es lo que  tú  no  has  dado" (...) Creemos que queremos entender a la gente para ver si son dignos o no de nuestro amor, pero en realidad, hasta que no los amamos, no podemos entenderlos. Lo que no se ama no se entiende. Nos mantenemos aparte de los demás y esperamos que ellos se ganen nuestro amor, pero las personas merecen nuestro   amor sólo por el hecho de ser como son. Mientras esperemos que sean mejores, nos veremos constantemente decepcionados.»

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