Wolfgang Giegerich: No hay error, sólo hay realidad

Wolfgang Giegerich aborda aquí el tema de la psicología analítica, como respuesta a preguntas que Enrique Eskenazi le formuló en el 2008, en ocasión del curso Reflexiones sobre el alma. Los comentarios de este último aparecen en cursiva. Trascripción por Sergi Ferré.


Mi trabajo como psicólogo comprometido con la psique objetiva consiste en ver el alma tal como opera en los procesos reales, sin tomar en cuenta si son "saludables" o "patológicos", "buenos" o "malos". Sólo puedo preocuparme por cómo son las cosas, no por cómo deberían ser las cosas. Respecto a mis pacientes reales, así como a nuestra historia real –la historia de Occidente–, no puedo darme el lujo de desarrollar mis propias ideas acerca de lo que habría sido correcto o lo que habría sido un desarrollo equivocado.

Aquí la cuestión no se trata de opiniones subjetivas ni de teorías metafísicas sino de pensar lo real. Mi trabajo consiste en intentar decir lo que, en mi interpretación, son las ideas del proceso real. Yo no soy aquél que pretende saberlo todo ni el amo de la historia para decidir qué fue un desarrollo equivocado. No estoy por encima de la historia ni soy un observador que esté fuera de la historia. No soy lo suficientemente pretencioso como para desear corregir la historia.

Estoy de acuerdo con C. G. Jung en que el alma no es nada inofensivo, es una realidad implacable. La tarea del psicólogo me parece que consiste en preservar una diferencia psicológica, que en este contexto significa que describimos desapasionadamente lo que está ocurriendo en un nivel profundo y respecto a ese nivel profundo como si fuera "la vida del alma", sin preocuparnos de poner por delante nuestros intereses humanos y nuestros sentimientos humanos y nuestros juicios humanos. Tanta gente parece ser incapaz de mantener esta diferencia: sus sentimientos subjetivos y humanos determinan su interpretación. Si se sienten amenazados por la tecnología, por ejemplo, entonces opinan que no puede ser una expresión del alma.

Además de estas reacciones más defensivas a las experiencias que amenazan al niño o al sentimiento de una unión natural, muchos junguianos también pretenden que tienen acceso a un submundo o supramundo positivo, sustancial, que afirma la unidad primaria y el profundo deseo del yo de continuidad sin rupturas con el pasado y con la historia. Esta es la solución esotérica que hoy, por ejemplo, se expresa con frecuencia siguiendo las huellas de Henry Corbin. El esoterismo es la teoría o el sentimiento de que hemos perdido las verdades primordiales revelatorias, pero que es posible recuperar el acceso a ellas, por ejemplo "encontrándose con el ángel".

Esta posición decididamente profética que opera con la amenaza de la maldición y que predica el retorno a partir del camino equivocado hacia el camino correcto es incompatible, y de hecho diametralmente opuesto, a aquello que la psicología y la psicoterapia representan, que es el trabajo paciente, dedicado, de destilación sobre la masa confusa, el material confuso, que como dicen los alquimistas fue "considerado vil y arrojado a las calles" (en latín en el original), a fin de devenir capaz de ver el alma en lo real, el oro en el lodo, en lugar de un deseo de abandonar y por lo tanto traicionar lo defectuoso a fin de traer lo correcto.

Respecto a la oposición de estas dos posiciones básicas y del compromiso del psicólogo con el dolor y el tormento del alma, es decir, el limo y el polvo en su fondo, es bueno consultar la respuesta que dio Jung a comentarios críticos a un corresponsal cuando dijo: "camino a través del limo en el fondo del mar, tal como usted adecuadamente ha dicho; este limo, empero, es el alma humana, tal como lo ha sido durante miles de años; siendo un médico, me preocupan las quejas del mundo y sus causas, pero usted en cambio es un gozoso cristiano que está muy lejos del polvo y del limo en el fondo del mar; para mí no hay rechazo de ninguna manera de la locura humana, el gozoso cristiano nos dice cómo las cosas deberían ser, pero tiene mucho cuidado de no tocar las cosas tal como son".

Creo que uno tiene que distinguir las experiencias, los nuevos acontecimientos, que pueden verdaderamente considerarse como la muerte del ego. Por ejemplo, verse confrontado con un sentimiento oceánico del deseo de continuidad sin ruptura como algo que es constitutivo del ego. Esto último es una especie de dogma del ego, una profunda necesidad e inherente en su concepto, no algo con lo que pueda realmente enfrentarse.




Una afirmación acerca de la realidad o una ontología acerca de cómo las cosas son, o un sistema de creencias, esto es arbitrario, pero cuando uno hace uso de un acercamiento metodológico puede entonces empezar a hacer afirmaciones determinadas. El esoterismo opera únicamente en el nivel del contenido semántico, no tiene acceso al nivel de la forma lógica o de la sintaxis. En efecto, el esoterismo sirve al propósito de que uno sea capaz de permanecer en un nivel psicológico ya obsoleto de conciencia y que sirva de compensación de la propia insinceridad adhiriéndose a contenidos esotéricos como sustitutos de la verdad. El reduccionismo consiste en empujar la verdad desde el nivel de la sintaxis al de la semántica, el de los contenidos positivos en los que debiera creerse. En su modo diferente, el fundamentalismo hace exactamente lo mismo. El esoterismo como lo ha definido es la convicción de que hay un conocimiento reservado para unos elegidos que pueden recuperar las antiguas verdades ya perdidas, y como dijo en un email anterior, eso es esencialmente opuesto al propósito de la psicología que es hacerse cargo de lo que hay y no huir hacia lo que debería haber, ni negarlo como falso.

El propósito de la psicología es acoger lo que sea que está pasando tratando de encontrar el alma en ello, acoger cualquier síntoma, personal o colectivo, y encontrar que ese síntoma es expresión anímica, no decretar que no debería estar, no rechazarlo pretendiendo que uno sabe cómo deberían ser las cosas sino ser capaz de afrontar amorosamente lo que sea que se presente. Desde esta perspectiva el esoterismo es opuesto a la psicología, el esoterismo busca la salvación, busca recuperar algo siendo tú especial, y conseguir salirte del mal o de lo equivocado o del error. Pero para el enfoque psicológico, tal como él lo describe, no hay error, sólo hay realidad.

Claro, es un pensador del siglo XXI, tienen que haber pasado muchas cosas para que alguien pueda pensar así, para que alguien pueda ser capaz de darse cuenta de que toda aspiración a lo correcto presupone un juicio de valor, de que toda búsqueda de curar, sanar, mejorar, corregir, salvar, redimir, implica que quien usa estas expresiones está convencido de que conoce lo correcto, ‘lo que debería ser’, y procede con desagrado y rechazo ante lo que hay. Y esto sí que es esencialmente opuesto a la pretensión de encontrar alma en todo lo que se manifiesta.

El esoterismo habla de realidades con un discurso -y eso es la sintaxis-, tiene como temas de los que habla, temas singulares, especiales, pero su lógica, su manera de hablar, no incorpora eso de lo que habla. No sé si me entienden: una cosa es la manera de pensar y otra cosa es en lo que se está pensando. El lenguaje esotérico habla de cosas especiales pero su discurso no muestra de ninguna manera que se haya producido en quien habla un cambio de conciencia. Habla con la misma conciencia cotidiana y en lugar de hablar de sillas, de mantas y de zanahorias, habla de misterios, de dioses y de rituales, pero desde un lugar que es lo mismo que si estuviera hablando de sillas, de mantas y de zanahorias. Quiero decir que el sujeto es el mismo, sólo que habla de otros temas. No hay un cambio en la actitud, no hay un cambio en la forma de pensamiento. Giegerich opina que la psicología como acceso a la dimensión del alma requiere un cambio de lógica, un cambio de lógica respecto a la visión cotidiana, que no se puede hacer psicología, no se puede reconocer el reino de la psique, manteniéndose en un discurso no crítico y cotidiano.

Lo que sigue es en respuesta a lo que yo le comenté de que en una conferencia, Hillman, al ser preguntado por la importancia de la historia en el proceso del alma empezó respondiendo que él era americano y que los americanos prácticamente no tenían historia -la pregunta se la hacían en Italia-, que no le parecía raro que un italiano le hiciera esa pregunta pero que, claro, como americano, era una conciencia nueva y sin historia, y luego comentó que él veía en la historia un depósito de imágenes disponibles a fin de realizar una dimensión anímica. Yo se lo comenté, y la respuesta fue la siguiente: “Me pregunto si es razonable usar el hecho de ser un americano o de cualquier otra nacionalidad, o de ser varón, o de ser mujer, o de ser cualquier cosa, como un argumento y como una posición deliberada. Creo que el verdadero intento debiera ser hablar como un yo, es decir, como una mente universal que apela ante la corte de la razón, aún si bien todos sabemos el hecho de que por supuesto cada uno de nosotros está limitado por su particularidad. Pero desde el comienzo y voluntariamente declararse como partisano y desde ahí pedir una toma de partido, viendo la historia como un almacén de ideas que despierta en la imaginación, es una posición egoica, es consumismo, es la historia considerada como un supermercado o una droga…”

A lo largo del viaje nuestro modo de pensar tiene que ir cambiando, de tal manera que cuando estemos cerca del final del viaje nuestra lógica haya pegado un salto por el cual lo que ahora, partiendo del sentido común, resulta difícil, resulte comprensible. No podemos pretender que "bájamelo a mi nivel y házmelo comprensible", pues "bájamelo a mi nivel" es la actitud del ego que se pasea ante un museo de historias y teorías a ver cuál le sienta mejor. No. De lo que se trata es de que tú te hagas digno de comprender eso, y no que eso se achique para poder ser consumido por ti.


Más artículos de Wolfgang Giegerich, traducidos por Enrique Eskenazi:


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